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Cómo funciona el sistema inmunológico especial que protege al cerebro

Los sistemas nervioso e inmunológico están estrechamente entrelazados y los expertos buscan descifrar cómo es su comunicación para ayudar a abordar muchos trastornos y enfermedades. Cuáles son los últimos descubrimientos.


Muchas veces se ha nombrado al cerebro como la computadora del cuerpo o el órgano más importante que tenemos y que es irremplazable.


Tan es así que el mismo cuerpo cuida del mismo en forma extrema. Además de rodearlo con un cráneo sólido, el “soberano del cuerpo” recibe otra protección clave de acuerdo con su alto estatus, ya que sus células son longevas y se albergan dentro de una temible fortificación llamada barrera hematoencefálica.


Durante mucho tiempo, los científicos pensaron que el cerebro estaba completamente aislado del caos del resto del cuerpo, especialmente de su ansioso sistema de defensa, una masa de células inmunitarias que combaten las infecciones y cuyas acciones podrían amenazar a un gobernante atrapado en el fuego cruzado. Sin embargo, en la última década, los científicos descubrieron que el trabajo de proteger el cerebro no es tan sencillo como pensaban. Han aprendido que sus fortificaciones tienen puertas y brechas, y que sus fronteras están llenas de células inmunes activas. Una gran cantidad de evidencia ahora muestra que el cerebro y el sistema inmunológico están estrechamente entrelazados. Los científicos ya sabían que el cerebro tenía sus propias células inmunitarias residentes, llamadas microglia.


Los descubrimientos recientes están entregando imágenes más detalladas de sus funciones y revelando las características de los otros guerreros inmunes alojados en las regiones alrededor del cerebro. Algunas de estas células provienen de otras partes del cuerpo; otros se producen localmente, en la médula ósea del cráneo. Al estudiar estas células inmunitarias y trazar un mapa de cómo interactúan con el cerebro, los investigadores están descubriendo que desempeñan un papel importante tanto en los cerebros sanos como en los enfermos o dañados. El interés en el campo se ha disparado en los últimos años: hubo menos de 2000 artículos por año sobre el tema en 2010 y aumentó a más de 10.000 por año en 2021.


Los científicos ya no consideran que el cerebro sea una zona especial sellada. “Toda esta idea del privilegio inmunológico está bastante desactualizada ahora”, dice Kiavash Movahedi, neuroinmunólogo de la Universidad Libre de Bruselas (VUB). Aunque el cerebro todavía se considera inmunológicamente único (sus barreras evitan que las células inmunitarias entren y salgan a voluntad), está claro que el cerebro y el sistema inmunitario interactúan constantemente, agregó. “Este cambio de actitud es generalizado en la comunidad”, explicó Leonardo Tonelli, jefe del programa de neuroendocrinología y neuroinmunología del Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU en Bethesda, Maryland. Según su experiencia volcada en un trabajo publicado en Nature, casi todos los neurocientíficos que revisan las propuestas de subvenciones para la agencia aceptan la conexión, dice, aunque muchos todavía necesitan ponerse al día con los últimos descubrimientos en neuroinmunología, que han comenzado a revelar los mecanismos subyacentes.


La prisa por comprender cómo se unen el cerebro y el sistema inmunológico ha generado una gran cantidad de preguntas. ¿Qué importancia tiene esto en la función cerebral normal o en la enfermedad? Esa es una pregunta muy difícil de responder”, precisa el doctor Tony Wyss-Coray, neuroinmunólogo de la Universidad de Stanford en California. “¿Qué importancia tiene esto en la función cerebral normal o en la enfermedad? Esa es una pregunta muy difícil de responder”.


Espacio privilegiado


Hace más de dos décadas, cuando la neuroinmunóloga Michal Schwartz acababa de instalar su laboratorio en el Instituto de Ciencias Weizmann en Rehovot, Israel, no podía dejar de hacerse una pregunta impopular: ¿será realmente cierto que el cerebro está completamente “cortado” de la protección inmunológica? “Era completamente axiomático que el cerebro no puede tolerar ninguna actividad inmunológica; todos pensaron que si tienes alguna activación inmunológica, esto era un signo de patología. Pero no tenía sentido que un tejido que es tan indispensable, como el cerebro, no pueda disfrutar del beneficio de ser asistido por el sistema inmunológico”, aclaró.


La idea de que el cerebro estaba fuera del alcance del sistema inmunitario se arraigó muchos años antes. En la década de 1920, el científico japonés Y. Shirai informó que cuando se implantaban células tumorales en el cuerpo de una rata, la respuesta inmunitaria las destruía, pero cuando se colocaban en el cerebro sobrevivían, lo que indicaba una respuesta inmunitaria débil o ausente. Hallazgos similares siguieron en la década de 1940.


La mayoría de los científicos también pensaron que el cerebro carecía de un sistema para transportar moléculas inmunitarias hacia adentro y hacia afuera, el sistema de drenaje linfático que existe en otras partes del cuerpo, a pesar de que dicho sistema se describió por primera vez en el cerebro hace más de dos siglos. Entonces, la opinión predominante era que el cerebro y el sistema inmunitario vivían en gran medida vidas separadas. Se pensaba que los dos chocaban solo en circunstancias hostiles: cuando las células inmunitarias se rebelaban y atacaban a las propias células del cuerpo en enfermedades como la esclerosis múltiple.

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