top of page

El caso de la mujer que invitó a almorzar su plato favorito a la familia de su exmarido: un hongo letal y tres comensales muertos

  • Writer: El Blog News
    El Blog News
  • Sep 29
  • 6 min read

Erin Patterson quería pedirles consejos sobre cómo abordar con sus hijos un supuesto cáncer de útero y los agasajó con una receta muy especial. ¿Qué tenía ese plato que acaba de enviarla a la cárcel con cadena perpetua?

ree

El sábado 29 de julio de 2023, Erin Patterson (48 años en ese entonces) invitó a almorzar a sus exsuegros, Gail y Don Patterson, y a la hermana de Gail, Heather Wilkinson, con su marido, el pastor Ian Wilkinson. La cita era a las 12.30 en la casona de Erin en Leongatha, Victoria, Australia, una propiedad de dos pisos rodeada de verde, que había sido construida en 2020 y valuada en más de un millón de dólares.


La convocatoria tenía un motivo importante: quería consultarles cómo anunciar a sus hijos de 9 y 14 años la triste novedad de que tenía cáncer de cuello de útero. Para estar sola con los adultos envió a sus chicos al cine a ver una película. De esa manera podrían charlar tranquilos. Su exmarido también estaba invitado, pero faltó a la cita.


Erin cocinó durante horas para sus comensales su plato favorito y una de las recetas que mejor le salía: carne a la Wellington (ojo de bife o lomo envuelto en jamón y en una masa de hojaldre) acompañada de duxelle (una clásica mezcla de hongos con hierbas y manteca). Los invitados llegaron puntuales y se dispusieron alrededor de la mesa del comedor en esa nueva casa de madera gris. La anfitriona les fue sirviendo las porciones de cada uno en platos grises. Al final se sirvió ella en otro de diferente diseño. Don comió su plato y le gustó tanto que comió también la mitad del de su mujer.


Por la tarde, cada pareja volvió a su casa. Pocas horas después todos empezaron a sentirse mal. Malestar estomacal y cólicos espantosos. Con el paso de los minutos, además de las náuseas, llegaron los vómitos y la diarrea. Durante la madrugada Simon Patterson, el ex de Erin, se ocupó de llevar a sus padres al hospital. Los Wilkinson terminaron, también, internados.


La madrugada del 30 de julio los cuatro invitados eran atendidos por médicos que intentaban descifrar qué les ocurría.


Los hongos de la muerte


Los internados, al comienzo de su tratamiento, estaban doloridos pero conscientes. Con el correr de las horas sus organismos se fueron deteriorando y, al día siguiente, ya presentaban daño hepático y renal. ¿Con qué se habían intoxicado tan gravemente? Heather, desde su cama de terapia, llegó a comentar que Erin había comido en un plato de otro color del que habían usado ellos.


Incluso Erin dijo haberse sentido mal y tener diarrea. Ella sostuvo que había comido lo mismo y que sus hijos habían ingerido las sobras del almuerzo. Fueron los tres al hospital cercano a su casa rural. El 31 de julio los médicos les hicieron tests para saber si también podían estar intoxicados. Todo les dio bien.


Para los especialistas que atendían a los dos matrimonios en terapia intensiva, los síntomas eran típicos de un envenenamiento por Amanitas Phalloides, conocido popularmente como “el Hongo de la Muerte”. De aspecto, esos hongos resultan muy parecidos a las variedades comestibles y podrían ser confundidos con facilidad, lo que puede resultar en un envenenamiento accidental. En la historia hay varios casos de este tipo con personajes célebres como los emperadores Claudio y Carlos VI de Habsburgo que murieron por ingerir estas setas tóxicas. Son de los hongos más letales que existen para el ser humano porque contienen amanitinas, una toxina que ataca al hígado, los riñones y el sistema digestivo. El cuadro clínico comienza con fases que pueden confundirse con una simple intoxicación alimentaria. Sin embargo, entre 12 y 24 horas después aparece un dolor abdominal intenso, vómitos profusos, diarrea acuosa y abundante. Luego de esto, a veces, los pacientes parecen mejorar porque mengua el dolor, pero esas toxinas siguen su paso dañando irreversiblemente los órganos. Es por esto que la falla hepática y multiorgánica suele aparecer al segundo día. También la ictericia, los sangrados, la somnolencia, la confusión y la encefalopatía hepática (la pérdida de las funciones cerebrales como consecuencia de que el hígado no elimina las toxinas de la sangre). Con o sin tratamiento, con o sin trasplante de hígado, habitualmente suele sobrevenir la muerte. Una dosis letal en un adulto puede ser tan solo por haber comido medio hongo.


Pasaron los días y los invitados de Erin comenzaron a morir. Simon Patterson observó que su padre estaba considerablemente peor que Heather. Lo vio sumamente descompuesto “de costado en la cama de terapia, con la cara descolorida, peleando por intentar hablar con una voz tensa. Se notaba que sentía mucho dolor”.


El 4 de agosto a las 2.50 de la madrugada murió Heather Wilkinson (66). A las 5.55 murió su hermana, Gail Patterson, (70). Al día siguiente, a las 11.30 de la mañana, le tocó el turno a Don Patterson (70). Ian Wilkinson (68), resistía. Quizá había en su porción menos setas, quién sabe. Finalmente, tras una larga internación, el 23 de septiembre le dieron el alta.


La anfitriona fatal


Erin Trudy Scutter nació el 30 de septiembre de 1974 en Glen Waverley, un suburbio de Melbourne. Su madre, Heather Scutter, era una académica experta en literatura infantil y su padre un ejecutivo importante, directivo de empresas australianas. Se crió junto a su hermana Ceinwen (hoy geóloga especialista en volcanes). Está registrado que desde muy chica Erin enfrentó trastornos alimenticios y problemas con su autoestima. Terminado el colegio, cuando llegó el momento de escoger una carrera, ella eligió Ciencias en la Universidad de Melbourne, pero luego, aburrida, decidió cambiarse a contabilidad. Al tiempo realizó otro cambio más: comenzó a formarse como controladora de tráfico aéreo y se graduó en 2001. Trabajó en el tema casi dos años. En 2004 entró como responsable de gestión animal en la Royal Society para la prevención de la crueldad animal en Monash, Melbourne. Parecía una persona empática incluso con las mascotas.


Ese mismo año comenzó a salir con Simon Patterson, quien trabajaba como ingeniero en el ayuntamiento de la misma ciudad. Se conocieron porque compartían el mismo ecléctico grupo de amigos del organismo oficial.


Si bien antes de conocer a quien sería su marido ella se declaraba atea, luego de empezar a salir con Simon empezó a participar activamente en temas religiosos. Una vez de novios comenzaron a viajar y a disfrutar de la vida juntos. Ya tenían fecha de casamiento cuando, en el año 2006, Erin heredó parte del patrimonio de su abuela paterna Ora Scutter: fue beneficiaria de una suma que hoy equivaldría a 2 millones de dólares.


Se casaron en 2007 y, ese mismo año, se mudaron a Pemberton, donde había sido destinado Simon por el ayuntamiento. Erin probó un nuevo rubro y abrió una librería de segunda mano. Viviendo ahí fue que nació, en 2009, el primer hijo de la pareja.

Los altibajos entre ellos existieron siempre. Con el nacimiento de su primer hijo se intensificaron y comenzaron las separaciones temporales. A cada pelea seguía una reconciliación y vuelta a empezar.


En 2011 murió por cáncer el padre de Erin.


Antes del nacimiento de su hija, en el año 2014, la familia se mudó a Koonwarra, en Victoria, para estar más cerca de la familia Patterson. Erin quería mucho a sus suegros, especialmente a Don con quien compartía su pasión por la ciencia.


Entretanto, las tensiones entre Simon y Erin siguieron creciendo. En 2015 decidieron separarse. Simon se mudó fuera de la casa familiar. Aun así, siguieron tomando vacaciones juntos y en familia. Viajaron con sus hijos a Sudáfrica, a Botswana, a Darwin, a Adelaida, a Nueva Zelanda.


A fines de 2018, después del último viaje a África, hubo un nuevo intento de reconciliación. La cosa no funcionó. A pesar de ello, Simon se involucró en la construcción de la casa que Erin quería hacerse en Leongatha —en la que ocurriría el almuerzo fatal años más tarde—. Simon y Erin pensaban que quizá, después de todo, terminarían viviendo juntos allí. Era una posibilidad.


Tras la muerte de la madre de Erin en 2019, debido a otro cáncer, ella y su hermana volvieron a heredar propiedades y dinero en efectivo. Incluida una casa frente al mar en New South Wales. Erin fue generosa con los primos de Simon y les prestó miles de dólares para que se compraran sus propias casas, pero esos préstamos no tenían fechas de devolución y solo se indexaban por inflación. Esto terminó por desatar más conflictos entre ambos. Además, que Simon le pasara solo unos 50 dólares por mes para cada uno de sus hijos, era algo que ella consideraba ridículo.

Comments


bottom of page