Científicos de América Latina, Europa y EE.UU. dijeron que la falta de lluvias se vincula sobre todo con la corriente La Niña, que desde hace tres años es casi constante.
La crisis climática impulsó las altas temperaturas pero no la sequía en regiones agrícolas de Argentina y Uruguay, sin embargo no fue el principal impulsor de la reducción de las precipitaciones que provocó sequía que hace meses afectan a la región, según un rápido análisis de atribución realizado por un equipo internacional de destacados científicos del clima como parte del grupo científico World Weather Attribution.
El análisis también mostró que, si bien el cambio climático aumentó las temperaturas en la región y empeoró los impactos de la sequía, no hizo que las bajas precipitaciones fueran más probables. Desde 2019, la región central de Sudamérica muestra un nivel de lluvias inusualmente bajas. Tan es así que el centro de Argentina registró en 2022 su año más seco desde 1960, con la región recibiendo, aproximadamente, la mitad de su promedio de precipitaciones durante los últimos cuatro meses del año.
Esto, combinado con las altas temperaturas, ha provocado pérdidas generalizadas de cosechas. En Argentina, los ingresos por exportación de cereales y oleaginosas cayeron alrededor de un 60% en 2022 debido a las pérdidas de cosechas y a las interrupciones del transporte marítimo causadas por el bajo nivel de las aguas del río Paraná. Y en 2023, se prevé que las exportaciones agrícolas sigan cayendo un 28% respecto a los niveles de 2022. Uruguay declaró la emergencia agrícola en octubre de 2022, ya que el 60% de su territorio sufre una sequía “extrema” o “grave”.
“Esta sequía plurianual suscitó la preocupación de la sociedad, los agricultores y los responsables de la toma de decisiones en gran parte de Sudamérica. Aunque, con los métodos disponibles para la atribución de fenómenos extremos, no pudimos encontrar una relación clara entre el déficit de precipitaciones y el cambio climático, la aparición de sucesivas olas de calor en los últimos meses podría provocar un aumento de los impactos de la sequía.”, explicó Juan Rivera, científico argentino del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) y uno de los autores del paper de investigación.
Los expertos explicaron, en conferencia de prensa, que el fenómeno de sequía se atribuye a la influencia de la corriente fría del Pacífico, La Niña, que desde hace tres años es casi constante. Y aclararon que el cambio climático sí pudo potenciar estos efectos.
Paola Arias, profesora titular del Grupo de Ingeniería y Gestión Ambiental (GIGA) de la Universidad de Antioquia, en Colombia, coautora del reporte sostuvo: “Aunque nuestro análisis no encontró un efecto directo del cambio climático en la escasez de precipitaciones, no podemos descartar que otros factores relacionados con las actividades humanas, como la deforestación en la Amazonia o en la región del Gran Chaco, hayan podido influir”.
Olas de calor
La región también experimenta olas de calor intensas, cuya frecuencia, intensidad y duración se han visto incrementadas por el cambio climático. En un estudio anterior realizado en una zona coincidente, los científicos de la Atribución Meteorológica Mundial descubrieron que el cambio climático inducido por los seres humanos hacía que las temperaturas extremas en diciembre de 2022 fueran unas 60 veces más probables. Actualmente se está registrando otra ola de calor sin precedentes en la región.
Como se dijo, un factor importante en la escasez de precipitaciones es que Sudamérica está experimentando actualmente los efectos de su tercer año consecutivo de La Niña, un fenómeno climatológico que aumenta la probabilidad de altas temperaturas y menores precipitaciones en la región.
Según la última evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus suglas en inglés), el cambio climático no ha tenido un impacto sustancial en La Niña, aunque los modelos predicen que la variabilidad de las precipitaciones asociada a La Niña y a su homólogo El Niño aumentará sobre la región en el futuro. Otras investigaciones han descubierto que la deforestación afecta a los niveles de precipitaciones, incluido el aumento de la sequía, aunque los científicos no analizaron este aspecto en el estudio de atribución.
“No cabe duda de que el cambio climático está desempeñando un papel en las altas temperaturas que Argentina y otros países de la región están experimentando actualmente. En cuanto a la sequía, nuestro análisis sugiere que la variabilidad natural y la inusual ocurrencia de tres años seguidos de La Niña podrían explicar la escasez de precipitaciones, pero las altas temperaturas exacerban los impactos que estamos viendo especialmente en los cultivos. Es importante detectar qué cosas son las que genera la crisis climática y cuáles no, especialmente para poder trabajar mejor los planes de adaptación”, detalló Friederike Otto, profesora titular de Ciencias del Clima en el Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente del Imperial College de Londres.
Los investigadores también analizaron el papel que las altas temperaturas provocadas por el cambio climático podrían haber tenido en la sequía. En concreto, comprobaron si las altas temperaturas registradas en la región podrían haber disminuido el agua disponible en la superficie, teniendo en cuenta el papel de la evaporación cuando el agua llega al suelo. Llegaron a la conclusión de que el aumento de la temperatura compensa el aumento de las precipitaciones y, en general, no provoca un cambio en las precipitaciones efectivas.
Pero las temperaturas más altas en la región a finales de 2022, que se han atribuido al cambio climático, disminuyeron la disponibilidad de agua en los modelos, lo que indica que el cambio climático probablemente redujo la disponibilidad de agua durante este periodo, aumentando la sequía agrícola, aunque el estudio no pudo cuantificar este efecto.
“El alto impacto de la sequía en la agricultura y la actividad económica habla de la necesidad de reducir la vulnerabilidad a la sequía en esta región. Medidas como la mejora de la eficiencia hídrica y la gestión del agua, la anticipación de la sequía mediante previsiones estacionales, y los seguros para ayudar a los agricultores a capear los años secos podrían mejorar la resistencia a este tipo de eventos.”, indicó la investigación.
El estudio fue realizado por 18 investigadores que forman parte del grupo World Weather Attribution, entre los que se encuentran científicos de universidades y agencias meteorológicas de Argentina, Colombia, Francia, Países Bajos, Reino Unido y Estados Unidos.
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