Luego de más de dos años de pandemia, la ciencia constató la transmisión del SARS-CoV-2 de un felino doméstico a un humano. Los consejos de los especialistas.
A comienzos de este mes se conoció un estudio científico realizado en Tailandia que brindó evidencia sólida de que los gatos domésticos pueden transmitir el SARS-CoV-2 a los seres humanos. Antes también se había informado que los visones, los hámsters y los ciervos pueden ser vectores que infecten a las personas.
Un trabajo de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus constató meses atrás una infección generalizada en el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus) en América del Norte, con cientos de animales enfermos en 24 estados de los Estados Unidos y varias provincias canadienses.
Según informó Nature, los propios investigadores del caso del gato tailandés se sorprendieron de que se haya tardado tanto tiempo en detectar que los felinos podían contagiar el coronavirus a los humanos, especialmente por tratarse de un animal con el que millones de personas mantienen un contacto estrecho. “Sabíamos que esta era una posibilidad desde hace dos años”, dijo Angela Bosco-Lauth, investigadora de enfermedades infecciosas en la Universidad Estatal de Colorado en Fort Collins.
Lo que sí habían advertido estudios realizados apenas comenzada la pandemia era que los gatos podían contagiar el virus a otros gatos a través de partículas infecciosas y se informaron de docenas de casos de gatos infectados con SARS-CoV-2. Pero comprobar con la rigurosidad la transmisión de gato a persona o a la inversa es realmente difícil. El estudio tailandés “es un informe de caso interesante y un gran ejemplo de lo que puede hacer un buen rastreo de contactos”, consideró Marion Koopmans, viróloga del Centro Médico de la Universidad Erasmus en Rotterdam, Países Bajos.
La investigación publicada el 6 de junio pasado en Emerging Infectious Diseases se produjo por accidente, dijo el coautor del estudio, Sarunyou Chusri, investigador de enfermedades infecciosas y médico de la Universidad Prince of Songkla en Hat Yai, al sur de Tailandia.
En cuanto al caso en Tailandia, todo empezó el 4 de agosto del año pasado. Fue cuando un padre y su hijo en Bangkok desarrollaron síntomas de COVID-19 y posteriormente dieron positivo en las pruebas del virus. Por la escasez de camas de hospital en Bangkok, los dos hombres fueron trasladados el 8 de agosto a un hospital de Songkhla, una provincia del sur de Tailandia, en un viaje de 20 horas en ambulancia.
Cuando los hombres ingresaron en el hospital, su gato, de 10 años, fue enviado a un hospital veterinario para ser examinado. Aunque el felino parecía estar sano, la veterinaria —una mujer de 32 años— recogió hisopados nasales y rectales, que dieron positivo. El gato tenía también el COVID-19.
Mientras la veterinaria estaba limpiando la nariz del gato, el animal estornudó en su cara. La médica llevaba guantes y mascarilla o barbijo durante el examen, pero no tenía protector facial ni ocular. El 13 de agosto, la veterinaria empezó a tener síntomas de COVID-19, incluyendo fiebre y tos. Poco después, dio positivo en la prueba del virus, en cambio ninguno de sus contactos cercanos desarrolló COVID-19, lo que sugiere que el gato la había infectado.
El análisis genético también confirmó que la veterinaria estaba infectada con la misma variante que el gato y sus dueños, y que las secuencias genómicas virales eran idénticas. Los análisis determinaron que los dos veterinarios que acompañaban a la mujer y que habían estado con el gato dieron negativo, lo mismo que los 30 compañeros del hospital veterinario universitarios de Songhkla. Únicamente otra veterinaria que tenía vínculo con animales grandes dio positivo.
Al realizar la secuenciación se determinó, no solo que el virus de padre e hijo, el gato y la veterinaria que lo atendió eran idénticos, sino que el de la otra médica, que trabaja con animales grandes, tenía un virus con un ARN diferente.
“La cadena de transmisión de las infecciones de SARS-CoV-2 en este grupo probablemente comenzó en Bangkok”, indicó el informe, publicado en Emerging Infectious Diseases y en la web de los Centros de Prevención y Control de Enfermedades.
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